¿Qué puede desmotivar a tus empleados?

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No es ninguna novedad que un trabajador motivado resulta mucho más efectivo para la empresa que uno que no lo está. A pesar de eso, parece evidente que muchos directivos no saben estimular correctamente a sus empleados.

No reconocer los méritos
de los trabajadores, tener un carácter conflictivo, la falta de comunicación y
alargar mucho la jornada laboral son los hábitos de los directivos que más desmotivan a los empleados. Algo que, a la larga, repercute en la productividad de la empresa. 

 

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Aquí te dejamos una lista de algunos hábitos que puedes evitar para desmostivar a tus empleados:

  • Horario laboral

– Más horas de las debidas. Alargar el horario en exceso, aunque se remuneren.

– Poca flexibilidad. Pedir flexibilidad de horario cuando el trabajo lo requiere, y poner mala cara cuando un empleado pide flexibilidad de horario para cuestiones personales.

– Ser impuntual. Tanto con los horarios como con la agenda profesional: citas, reuniones, plazos de proyectos o trámites.

– Demasiado control. Vigilar la hora de entrada y salida de los empleados y lo que tardan en tomar el almuerzo.

– Marcar su propio horario. Organizar una reunión cuando falta media hora para salir. También desmotivan los jefes que se fabrican su propio horario y que exigen a sus colaboradores que, además de haber cumplido con el suyo, estén localizables cuando él está en la oficina.

  • Falta de reconocimiento profesional

– Desconfianza. Exceso de control en lo que hace cada trabajador, pese a que los resultados de esa persona sean buenos.

– Poner siempre la guinda . Dar el retoque personal a todo lo que hacen los empleados y poner ‘peros’ sólo para demostrar quién tiene la última palabra.

– Falta de consideración. No dar muestras de agradecimiento explícitas por los esfuerzos extras que realizan los
 empleados.

– Valoraciones injustas. Desdeñar las dificultades que se plantean al ejecutar una tarea y pensar que son simples excusas del empleado para hacerse la víctima.

  • Incapacidad para la comunicación

– Puertas cerradas. Tener siempre la puerta del despacho cerrada para mantener distancias.

– El patio, en orden. Prohibir hablar a los empleados entre sí para evitar que pierdan el tiempo.

– No permitir que se ponga música, porque, según su particular punto de vista, distrae la atención del trabajo.

– Demostraciones de poder . Dar órdenes que se tienen que aceptar “porque sí” y no favorecer la participación de los subordinados.

– Falsa democracia. Asegurar que todo el mundo pueda expresar su opinión, pero luego tomar nota de quienes no piensan igual que él.

– Cazar al culpable. Montar broncas sin dar posibilidad al empleado para que se explique o castigar sin investigar las causas que han generado el citado problema.

  • Relación personal conflictiva

– Desequilibrio per
sonal. Permitir que el estado de ánimo personal influya en exceso en las relaciones profesionales; sobre todo, si se trata de descargar el mal humor.

– Favoritismos y 
manías. Dejar que la simpatía o antipatía personal hacia determinadas personas se transfiera a las relaciones laborales e, incluso, promover la creación de bandos: los que son de mi cuerda y los que no.

– Ser jefe sólo para lo bueno. Cuando se producen errores, algunos jefes escurren el bulto, no asumen la responsabilidad y echan la culpa al de abajo.

– Indiferencia. No preocuparse nunca por el estado de ánimo de sus empleados o por su situación personal concreta.

– Promover el peloteo. Quedar siempre por encima de todo el mundo, sea subordinado o no.

  • Competencias ambiguas

En España son aún pocas las empresas que, cuando alguien empieza a trabajar, le hacen una descripción del puesto: cuáles van a ser sus funciones, darle un sistema de evaluación de su trabajo, cuál será su carrera en ese puesto, a qué puede aspirar…

Generalmente no tener esto bien delimitado conlleva el que, con el paso del tiempo y sin previo aviso, le vayan dando más trabajo, por lo que acaba quemado.

  • Conflictos entre los compañeros

En muchas ocasiones el mal ambiente viene provocado por las relaciones conflictivas entre los propios compañeros. Y esto, a veces, es fomentado por la empresa o por los jefes, inclinados a que impere la cultura de la puerta cerrada y de la competitividad interna.

Es común en algunas empresas que se intente dividir a los empleados llevando a alguno de ellos al despacho para hacerle promesas secretas que no puede contar a nadie o decirle frases como: ‘Estamos pensando en ti para tal proyecto’. Estas prácticas no son buenas y sólo llevan a crear mal ambiente.

  • Jornadas interminables

Los largos horarios no llevan a ningún sitio que no sea a una cura de sueño. Las empresas que mantienen largas jornadas laborales tienen algún defecto de fondo. El más corriente es tratar de conseguir mucho sin los medios adecuados.

  • Desconocimiento

Otro de los grandes errores es ignorar las necesidades e inquietudes personales de los empleados. Para motivar a los trabajadores hay que tener en cuenta su personalidad y, para ello, hay que tratar de conocerlos individualmente. No son peones en un tablero de ajedrez, todos iguales, sino que cada uno tiene su propia idiosincrasia. El buen directivo tiene que saber cómo utilizarlos de la mejor manera posible.

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