¿Está bien gritarle a sus subalternos?

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Cuando gritar es parte de un estilo de liderazgo y gestión.

Steve Jobs, de Apple; Jeff Bezos, de Amazon; Bill Gates, de Microsoft; Larry Ellison, de Oracle; y Jack Welch, legendario ex asesor de General Electric. Todos exitosos, visionarios, competitivos, exigentes, y cada uno con una bien ganada reputación de alzar la voz. Gritan. Y gritar fue una parte integral de su forma de liderazgo y gestión.

Michael Schrage, de HBR.org, cita el estudio del Harvard Business School sobre el caso de sir Alex Ferguson, el entrenador más exitoso de la historia del futbol inglés (al frente de al Manchester United), considerando un fantástico líder y motivador. Es famoso su “tratamiento de secado de pelo”, llamado así por la intensidad con la que gritaba a sus jugadores a la cara. En los deportes y en las fuerzas armadas son famosos los gritos de los encargados de poner orden entre y reclutas.

Pero quizás la característica inherentemente física de esas actividades hace que los gritos no queden fuera de lugar como si quedarían en un ambiente más atractivo, estético y sofisticado.

Sin embargo, algunos de los más famosos directores de orquesta son también conocidos por su proclividad a alzar la voz incluso por encima de los instrumentos. Lo mismo en el cine (Stanley Kubrick) o en el teatro (Howard Hawks).

Y si funciona en la música y las artes también funciona en las ciencias: el ganador del premio Nobel de Química Ernest Rutherford era un gran gritón.

Para estar claros: gritar no lo hace a uno un mejor líder o gerente. Pero tampoco es cierto lo contrario. La evidencia sugiere que en espacios y contextos altamente competitivos, demandantes de grandes  talentos, los gritos de los líderes más exitosos son, a la vez, parte de sus competencias y su marca de fábrica.

Aparentemente, esos líderes se benefician de la intensidad acústica de su autenticidad y de la intensidad de sus intensidades.

¿Es bueno, malo o un mal necesario? Para el profesor Bob Sutton de Stanford, es u n asunto de contexto y cultura. En algunos contextos, gritar no es percibido como un insulto personal, sino como parte del ejercicio del liderazgo.

El grito denota interés, intensidad y altas expectativas; es, en muchos aspectos, un reflejo de la personalidad de quien se es. Puede pasar, incluso, que los gritos sean señal de interés y hasta cariño.

Pero, claro, si usted grita para humillar o degradar a las personas y eso es parte de quien usted es, usted tiene problemas, usted tiene problemas bastante más grandes que su nivel de decibeles.

¿De cuáles es usted?

 

Fuente: El Comercio

 

 

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