Employer Branding: Mi trabajo, mi vida

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Todo indica que soy una ´millenial´. Es decir una ´Echo Boomer´, una integrante de la «Generación Y». Lo soy porque nací entre 1980 y 1999, porque estoy muy bien relacionada con la tecnología, porque las redes sociales son mis herramientas principales para interactuar con los demás y también porque preferiría estar desempleada a trabajar en algo que no me gusta.

A los ´millenials´, dice la experta en employer branding Carolina Borracchia, no les interesa trabajar en «la empresa número uno», «la líder en ventas» o «la más millonaria del planeta», sino hacer lo que en verdad les dé sentido a sus vidas. Los ´millenials´ no consideran el buen sueldo como uno de las principales condiciones para postular a un puesto laboral. Quieren, sobre todo, pasarla bien mientras trabajan porque saben que-aunque un dicho popular diga lo contrario-el trabajo y la vida personal tienen todo que ver. Y algo de cierto debe haber en todo esto porque M, mi mejor amigo de 26 años, no soporta trabajar en una oficina, por eso dicta clases por horas en una universidad. Y hace poco Q, una amiga de 27 años, rechazo un puesto muy bien pagado en una empresa importante, porque ella quiere dedicarse a la dirección de arte. Y porque J, mi chico de 28 años, renuncio a su puesto de editor en una revista donde todos los respetaban para escribir en la sala de su casa y hasta la madrugada reportajes sobre lideres ambientales. Y porque yo, que en setiembre cumplo 27, no estaría sentada frente a esta computadora escribiendo este artículo en lugar de dormir la siesta post-almuerzo como hasta hace unos meses podía hacerlo porque era freelance si en verdad no lo deseara. Lo aseguro.

Sigue intentando

«Los jóvenes buscan su propia felicidad desde el minuto cero de sus vidas profesionales» dice Carolina Borracchia en su libro “It’s a match” en donde los ´millenials´ quieren sentirse ganadores, incluso luego de pasar por un proceso de selección y no obtener el puesto. Cuando los rechazan, no se conforman con la frustrante formula del «sigue intentando» de las chapitas de gaseosas aplicada a los procesos de selección laboral. Apreciarían mucho, por ejemplo, saber por qué no consiguieron el trabajo, porque eso les permitiría corregir sus errores.

Los procesos de selección además suelen ser agotadores y aburridos. Tal como lo estipula el viejo y usado paradigma debemos: enviar nuestro CV, ir a la entrevista personal con nuestras galas más formales y respetables y, por supuesto, dibujar un hombre bajo la lluvia con paraguas, parado sobre un piso, sonriendo, con los diez dedos de las manos. ¿Qué tanto podemos dar a conocer de nosotros como personas durante este trance? Quizá poco o nada. Menos aun si solo nos concentramos en dar una buena impresión maquillando ciertos detalles («soy proactivo», «soy capaz de trabajar bajo presión», «mi gran error es ser perfeccionista»). Así corremos el riesgo de trabajar en un lugar que no sabe lo que nos gusta ni lo que queremos.

It’s a match

Ahora no existe una relación unilateral entre las personas y las empresas. Ya no son solo las empresas las que eligen a sus posibles empleados, sino es una elección mutua. La empresa elige al candidato porque cumplió los requisitos y pasó con éxito todas las pruebas y el candidato elige trabajar en la empresa porque se ajusta a su estilo de vida, a sus ambiciones, a su ´onda´. Es como en Tinder: la elección es mutua, dice Borracchia, quien ha trabajado con Unilever, una de las marcas empleadoras más poderosas del mundo. Por ello se convierte en una necesidad de primer orden saber «a que nos estaremos metiendo». Los ´millenials´ quieren saber cómo será trabajar en el lugar al que se están presentando. Preguntas como ¿poder ir en zapatillas? ¿tendré permiso para salir a alguna tienda a comprar? ¿mis jefes serán amigables? Son de gran importancia para conocer el clima laboral.

Si somos felices donde trabajamos aumentamos nuestra productividad, es más, ni siquiera notamos que estamos trabajando. Según un estudio de “Harvard Business Review” los empleados felices tienen 31% más de productividad a comparación de quienes no están contentos con lo que hacen. Eso sí, el que un trabajo nos haga felices no significa que debamos quedarnos en el por 15,20 o 25 años. Después de varias décadas, hemos entendido que eso que llamamos «nuestra carrera» no la hace una empresa, sino nosotros mismos.

Fuente: El Comercio

 

 

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