Simples palabras para potenciar el desarrollo profesional

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Por Pablo Echeandía Vanderghem (Perú), Gerente General de Coaching y Talento S.A.C.

Una de las principales funciones del cerebro es la de alertarnos frente a las amenazas y un ejemplo de amenaza para el desarrollo profesional puede ser una simple llamada de atención, independientemente de merecerla o no, es por la forma de hacerla, una llamada de atención incrementando el volumen de la voz  puede bloquear el entendimiento de la persona, el cerebro se ocupará principalmente de manifestar mecanismos de protección antes de analizar y entender lo que hizo incorrectamente, pero hay algo mucho más amenazante para la productividad de las empresas y es la constante programación limitante que de forma involuntaria se hace a los colaboradores, frases como: “ya sabía que ibas a fallar”, “ya te estabas demorando en cometer el mismo error”, “¡A ver si ahora te sale bien!”, “si no cambias no sé que va a ser de ti”, etc. Estas frases no hacen más que convencer al cerebro que su destino es ese: “cometer errores”,  el cerebro actuará de acuerdo a esas “instrucciones”.

Un ejemplo de esto se puede graficar en el joven cuyo padre le pide traer copas, el  joven coloca las copas en una fuente y lleva el encargo mientras el padre le dice: “cuidado, la otra vez se te cayeron”, “no seas distraído, mira por donde caminas”, en eso las manos del joven empiezan a temblar, pierde seguridad y sucede lo que su padre le “ordenó” que hiciera, el padre ratifica la programación cerebral diciendo: “¡ya sabía que ibas a volver a romperlas!”. Lo que sucedió es muy simple, el cerebro del joven actuó tal como su padre lo había instruido, fue como si le ordenara “tienes que romper las copas”, el cerebro del joven simplemente siguió las instrucciones. Las palabras tienen el poder de limitar o de potenciar las capacidades de las personas.

Cuando desempolvamos constantemente los errores que una persona ha cometido, no estamos haciendo más que evocar su incapacidad y predisposición para cometer errores” y no duden que los seguirá cometiendo, esto sucede día a día en las empresas con más frecuencia de lo que muchos expertos opinan, ¿Pero qué podemos hacer para que seamos facilitadores del éxito? Por supuesto que se pueden hacer y se están haciendo muchas cosas, una de ellas es la Validación, técnica muy sencilla pero poco utilizada.

Hace un tiempo una de nuestras asistentes comenzó a cometer muchos errores, aunque ella trataba de mejorar, su desempeño iba disminuyendo, decidimos afianzarla sólo en lo que hacía bien. En las siguientes ocasiones en las que erró, simplemente le hacíamos recordar que ella ya había demostrado capacidad para realizar un buen trabajo y describíamos la tarea o acción en particular que había realizado correctamente no importando cuan pequeño hubiera sido el logro, así lo hicimos constantemente, la estábamos programando para trabajar bienal resaltar  la acción positiva, y ¡lo logramos!, su desempeño mejoró notablemente pero fue más allá, ganó seguridad, obtuvo más liderazgo personal y trabajó con mayor satisfacción.

Si tienes hijos pequeños o adolescentes y personas a tu cargo, sugiero revises la forma en que te estás dirigiendo a ellos, ¿tus palabras están programándolos para que fallen o para que sean personas exitosas? Recomiendo que no veas tanto los errores que cometen sino más bien date el trabajo de validar y resaltar lo que han hecho bien, aunque sea un pequeño logro. La validación tiene efectos positivos que perduran poderosamente en el cerebro y resulta ser altamente rentable para las organizaciones.

 

 

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