Modos de influir en los demás: Poder y Autoridad

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Por Mario Acosta (Perú),  Profesor Ordinario del Área de Gobierno de Personas, PAD de la Universidad de Piura

Poder y autoridad tienen en común que ambos son modos de influir en los demás, y se diferencian por los motivos a los que apelan al influir.

El poder es otorgado al directivo por el sistema formal y está relacionado con la posición jerárquica que ocupa en la estructura formal; a mayor nivel jerárquico mayor poder dentro de la organización, sus acciones u omisiones tienen más potencialidad de producir impactos.

Un buen directivo sabe usar bien el poder, lo usa cuando debe hacerlo, en la dosis adecuada y de justa manera. Sabe bien que si no lo usa cuando debe, corre el riesgo de generar un vacío de poder, caer en la inacción o que se hagan cosas que pueden perjudicar la organización. Usar el poder en la dosis adecuada requiere en el directivo la posesión de la virtud de la templanza, que le permite no usar más poder del que debe para conseguir que se hagan las cosas. Usar el poder de manera justa implica que el directivo tenga conciencia de la dignidad humana y que no puede –bajo ningún concepto – vulnerar derechos en las personas. El poder hay que usarlo, pero bien, con criterio, de lo contrario, el daño a las personas es inminente y sus efectos luego repercuten negativamente en la organización, porque las desvinculaciones voluntarias aumentan o porque bajan los aportes que libremente antes se daban (en calidad o número) o porque cada vez se torna más difícil que las personas estén dispuestas a hacer sacrificios cuando la organización lo requiere de ellas.

Hay dos tipos de poder: coactivo y persuasivo.

El poder coactivo es el poder que para influir en los demás apela a los motivos extrínsecos, premios o castigos, palos o zanahorias. La raíz del poder coactivo descansa en el sistema formal, en lo que se ha definido en los sistemas de dirección y la estructura formal.

El poder persuasivo es el poder que para influir en los demás apela a los motivos intrínsecos, al incremento en el aprendizaje operativo que puede adquirir la persona fruto de realizar la orden que se le ha pedido ejecutar. El poder persuasivo descansa en el estilo de dirección que tiene el jefe, en cómo da participación en la toma de decisiones, cómo comunica y cómo delega.

La autoridad es el saber socialmente reconocido en un directivo, reconocimiento que es otorgado informalmente por sus jefes, colegas y/o subordinados. La autoridad es independiente del nivel jerárquico que se tenga en la organización. La autoridad se basa en la competencia profesional y en la buena intención con la que actúa el directivo.

La autoridad permite al directivo influir en los demás apelando a los motivos trascendentes, al aprendizaje estructural que dejará en la persona la realización de la orden que le han dado. La autoridad descansa en los valores que tiene el jefe al momento de mandar, en el tipo de motivo y motivación que predominan cuando se toma decisiones.

Un ejemplo estupendo de lo que es la autoridad lo podemos extraer de una conocida novela: “Poco a poco había ido adquiriendo sobre sus compañeros el derecho de mandar como jefe, y como sus órdenes eran siempre claras y facilísimas de ejecutar, le obedecían, no sólo con prontitud, sino hasta con alegría.”1

Nada más que agregar, solo que la buena dirección exige un uso bueno del poder y un uso oportuno de la autoridad, y en esta simbiosis es donde un buen directivo va fraguando la unidad de la organización.

 

1 Fragmento de El conde de Montecristo de Alexandre Dumas.

 

Artículo publicado en el PAD ALUMNI de Abril – Mayo 2015

 

 

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