La formación de mi gente no me da todos los resultados que quisiera. ¿Qué puedo hacer?

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Por José Ramón Luna Cerdán (España), Formador, coach y conferenciante de www.desafiocoaching.com

“Todos consideramos muy importante la formación de las personas que forman parte de nuestras organizaciones. A través de ella se consigue una mayor profesionalización y unos mejores resultados”. Seguramente, estamos de acuerdo en este planteamiento de partida. Cuando asistimos a cualquier evento empresarial en el que se abordan tendencias de management, los empresarios y directivos allí presentes defendemos la importancia de la formación.

Y lo cierto es que se hacen muchos cursos en las empresas. El sistema de formación bonificada, con sus luces y sus sombras, ha incidido de manera importante en que muchas organizaciones formen a sus personas. En otros casos, aunque no en todos, ni siquiera es necesaria la bonificación. Hay organizaciones que hacen formación porque apuestan por ella de forma decidida.

Sea cual sea la fórmula, lo cierto es que la formación implica un esfuerzo de recursos, tanto económicos como de tiempo. Y, ya que invertimos ¿no sería deseable obtener el máximo rendimiento y conseguir los objetivos que perseguimos con ella? Seguro que habrás respondido algo así como “pues sí, la verdad es que sería deseable”. Si has respondido “yo ya consigo los objetivos que quiero” te doy mi más sincera enhorabuena.

Por mi experiencia como formador de redes comerciales y directivos durante veinte años, son muchas las organizaciones que consideran que “la formación no provoca siempre los resultados esperados”.

La formación únicamente habrá sido realmente útil si contribuye a conseguir el objetivo que pretendemos con ella. Esto implica ya una primera reflexión: “¿qué objetivo real quiero conseguir con mi acción formativa?

Alinear el objetivo a conseguir con el diseño que se realiza del plan formativo es una cuestión absolutamente crítica. No todo vale para todo y cada objetivo tiene que tener su propio planteamiento formativo. Sin alineamiento objetivo – diseño, estamos arriesgando nuestra inversión.

Siempre cuento esta anécdota porque me parece muy ilustrativa de lo que ocurre en algunos planteamientos formativos. En una ocasión me llamó un responsable comercial de una compañía para preparar una formación de cuatro horas para su equipo. Cuando le visité para diseñar el curso, le pregunté: “¿qué objetivo tienes con la formación del equipo?”. Su respuesta fue: “quiero conseguir con la formación un verdadero cambio de chip, que mis comerciales tengan realmente proactividad, que sientan como suyo el proyecto y que pasemos de despachar producto a venderlo. Es vital para nuestra cuenta de resultados”.

Al escuchar esto le planteé la posibilidad de desarrollar un programa que, lógicamente suponía más tiempo que las cuatro horas sugeridas, un seguimiento online e, incluso, unas intervenciones individuales a base de coaching y mentoring con cada miembro de su equipo. Cuando estaba planteando, mi cliente me paró y me dijo: “no puede ser, tenemos solo esta media jornada de cuatro horas”.

¿Conseguir un cambio en cuatro horas? ¡Ojalá fuese tan fácil, pero no lo es! Las probabilidades de fracaso de esta acción, con respecto al objetivo, son altas.

Este es un claro ejemplo del desalineamiento que existe en muchas ocasiones entre lo que deseamos conseguir y la aproximación y la inversión que estamos dispuestos a hacer para conseguirlo.

Mi opinión es que para la formación funcione realmente “hay que coger el toro por los cuernos” y seguir de forma sistemática el siguiente proceso: 

  • Analiza al equipo de comerciales o directivos que vayan a participar en la formación. Evalúales, identifica el punto de partida y las áreas de mejora de cada uno. Detección de necesidades de formación continuada e individualizada.
     
  • Define los objetivos que se pretenden conseguir con el programa formativo, tanto a nivel colectivo como individual. Dedica un rato a definir con detalle los objetivos. De ellos dependerá el diseño posterior.
     
  • Planifica la intervención necesaria para conseguir ese objetivo. Trabaja en papel en blanco porque ya habrá tiempo de “meter la tijera” y bajar expectativas e inversión. Responde a la siguiente pregunta: “Si tuviera todo el dinero y el tiempo necesario ¿qué planteamiento formativo sería el que realizaría para conseguir el objetivo que he fijado?”
     
  • Dedica tiempo a seleccionar el mejor contenido, los mejores formadores, la mejor metodología y la adaptación del programa al día a día de las personas. Ten en cuenta que gran parte de los profesionales no ponen en marcha lo aprendido en un aula “porque no se adaptaba a su día a día”.
     
  • Ejecuta el programa formativo y realiza un seguimiento. Ten en cuenta que los cambios necesitan su tiempo. Es así y no podemos evitarlo. Trabajar el saber, el poder y el querer de la persona es lo que garantiza el éxito de una acción formativa.
     
  • Evalúa el plan formativo. Evalúa el grado de consecución de los objetivos y la calidad global de todo el, programa. Evalúa el grado de puesta en marcha de las técnicas y herramientas aprendidas.

Una última recomendación: para seguir este proceso, puedes pedir ayuda a formadores especializados. Es una buena forma de coordinar los objetivos de la organización con la herramienta para conseguirlos.

En mi opinión, todo lo que no sea este enfoque pone en peligro nuestro tiempo y dinero y el de nuestros colaboradores. La formación sirve, y mucho, cuando se hace bien.

 

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