El trabajo del día

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Por Rolando Arellano Cueva – Presidente de ARELLANO y Profesor en Centrum Católica

Mientras el 1 de mayo el mundo celebra el esfuerzo de las personas que tienen un trabajo dependiente, aquí debiéramos agradecer también a los millones de trabajadores que diariamente deben conseguir un trabajo que les permita sobrevivir y crecer. A aquellos que viven del trabajo del día. Veamos.

Como todos sabemos, el Día del Trabajo es una celebración destinada a reivindicar los derechos de los trabajadores frente a sus patronos. Ello implica que festejan aquellos que tienen un empleo en una empresa o institución donde otros son los dueños, como sucede con la mayoría de trabajadores en el mundo desarrollado. Bien por ellos, porque con sus luchas pararon los inmensos abusos que se dieron al comienzo de la era industrial.

Pero en América Latina, y de manera especial en el Perú, sucede que esos trabajadores dependientes y estables no son mayoría, y más bien lo son las personas cuyos ingresos dependen del esfuerzo de cada día para conseguirlos. El gasfitero que diariamente está en su esquina esperando que algún cliente lo llame para arreglar un desperfecto, el vendedor que en su quiosco espera cada día a que le compren muchos diarios, o el obrero agrícola que cada mañana espera que lo escojan para la cosecha, tienen un trabajo muy distinto al que imaginaron los fundadores de esa fiesta.

¿Merecen ellos festejar este día? Algunos dirán que no se debe festejar la inseguridad en la que viven, sin entender que es justamente por eso que se debe reconocer su esfuerzo. Lo cierto es más bien que ellos tienen más derecho para hacerlo, por su doble valor de trabajar y a la vez generar trabajo para sí mismos o para otros. Y si logran crecer, quizá agasajarán a “sus” trabajadores el próximo 1 de mayo.

¿Y realmente lo festejan? Algunos lo harán, como autorrecompensa por todo el esfuerzo que realizan. Pero también habrá muchos que no lo harán, por dos grandes motivos. Unos, porque el día en el que los otros no trabajan tienen menos ingresos, y al no haber pasajeros, el chofer de la combi no podrá pagar su cuota diaria y, al no haber clientes para el desayuno que vende en el paradero, la señora no podrá comprar el uniforme para sus hijos.

Otros, porque ese día aprovecharán para trabajar más, atendiendo a su clientela en el pequeño restaurante con el que mantienen solos a su familia, transportando a más señoras en su taxi o haciendo paseos a grupos en su chalanita. Ya descansarán después.

En fin, como en tantos temas donde nuestra sociedad es muy distinta a la de los países desarrollados, sería justo que la celebración del 1 de mayo incluya de manera más explícita a todos los trabajadores del Perú, y no solo a los que tienen un empleo estable y dependiente. Feliz Día del Trabajo.

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