¿Cómo trabajar con personas tóxicas?

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Por: Jorge Aguilera (Colombia)

Si usted siente el pulso alterado, tiene su mente llena de rencor y odio así como una enorme sensación de frustración, los ojos le lagrimean y sufre de náuseas después de un encuentro en particular con alguien, no lo dude, ha sido atacado por un reactivo tóxico.

Revise en su memoria si por causa de alguna persona cierta sensación de indignación no le ha dejado dormir y recordará usted el ataque de un personaje de este tipo.

Ello se debe a que las palabras del reactivo tóxico resuenan en la cabeza por largos periodos de tiempo e incluso generan insomnio.

¿Cómo identificar una persona tóxica?
Si bien las personas reactivas se caracterizan por su tendencia al conflicto o por su desidia y actitud pesimista, el tóxico va más allá. Busca decididamente hacer daño, imprimir sufrimiento o destruir moralmente a quienes lo rodean.
Son abusadores insufribles que buscan cualquier oportunidad para inyectar frustración y amargura en quienes interactúan con ellos.

Para el reactivo tóxico el menosprecio por el otro es un valor que hay que cultivar. Por ello no puede esperarse de ellos buenos modales, además cabe recordar que su estrategia es contaminar los ambientes con malas actitudes.
En pocas palabras podemos identificar una persona tóxica porque está enfocada en:

– Desalentar a quienes lo rodean
– Poner en duda sus capacidades o sus valores
– Generar conflicto
– Disminuir o empobrecer la moral o las buenas intenciones de quien le escucha

La persona tóxica roba el amor propio, la dignidad y la esencia del propio ser. De esta manera la víctima ve afectado rápidamente su sistema emocional.

La toxicidad del veneno de un reactivo tóxico se establece a partir de su habilidad para hacer daño a la autoestima del otro, afectando el concepto que la otra persona tiene de sí misma sobre su viabilidad como individuo productivo.

Por ello acercarse a una persona tóxica es para algunos una experiencia similar a tocar alguna especie de medusa ponzoñosa, la experiencia es definitivamente dolorosa y puede causarnos desde recuerdos imborrables hasta daños en nuestra salud física y mental.

Estos daños a nivel mental van desde alteraciones en el carácter de la persona afectada como depresión, ira, rabia, tristeza, indignación y deseo de venganza, hasta algunas de más cuidado como angustia permanente, paranoia y psicosis.

Cuando los ataques son percibidos por largos periodos de tiempo, la persona exterioriza los daños causados a nivel físico y de esta manera desarrolla, entre otras, alteraciones que van desde insomnio, aumento de la presión arterial y sudoraciones, hasta asfixia psicosomática, nauseas y taquicardias, pasando por la que ha sido denominada obesidad por ansiedad.

Esa poción tóxica que poco a poco nos inocula este tipo de reactivo a través de su lenguaje, comenzará asfixiando nuestros sueños, nuestras esperanzas y nuestro aliento de vida, haciendo que poco a poco un ambiente lúgubre y desalentador lo rodee todo.
Por ello a algunas víctimas les es imposible retirarse de los alrededores de este tipo de abusador.

¿Y si tenemos un líder tóxico?
El líder tóxico no es una buena influencia para el equipo ya que genera desunión, odio, resentimiento, desconfianza, frustración y, como si fuera poco, no inculca nobles ideales.
Tiende a ser un líder destructivo y egoísta que busca a partir de la destrucción moral del equipo, el cumplimiento de sus metas personales.

Por ello no protege a su equipo, al contrario, generalmente lo descuida, lo martiriza y lo usa como carne de cañón buscando culpables que le cubran sus errores.
Tiende para ello a atacar la autoestima de sus colaboradores que poco a poco se someten calladamente y terminan padeciendo hasta sus más castigadores deseos dentro de un ambiente marchito, sin iniciativa y altamente conflictivo.
De hecho es un personaje que se preocupa más por maltratar a quienes le rodean que por hacer bien el trabajo que se le tiene encomendado.

¿Cómo manejar personas tóxicas?
La norma número uno al detectar un reactivo tóxico es evitar tratarlo, al igual que cuando en la playa usted detecta medusas venenosas, es preferible no zambullirse.
Por ello diríjale el menor número de palabras posibles. Incluso, no se le acerque, su mirada despectiva, agresiva y arrogante también destila mucho veneno.

Si el contacto es absolutamente necesario no olvide que aunque sean pocas las palabras que cruce con esa persona o corto el tiempo de trato, solo eso bastará para causarle una laceración emocional que puede durar varios días.
Si bien no podemos saber en qué momento nos vamos a encontrar con una persona tóxica, si es responsabilidad nuestra retirarnos de su lado.

Sin embargo, si el único trabajo que usted pudo conseguir fue en el zoológico, precisamente en el estanque de las medusas, usted debe acostumbrarse a tratar con ellas teniendo en cuenta las siguientes normas:

1. Decida no ser intoxicado
A diferencia del ataque tóxico de una medusa cuyo veneno entra directamente en el torrente sanguíneo, el ataque de un tóxico está dirigido a su sistema emocional. Por ello, usted puede frenar el efecto del veneno decidiendo que no va a afectarse por él.
Piense simplemente que no hará caso de las palabras que acaban de dirigirle, y asuma una actitud distante frente al ataque del tóxico.

2. Respire profundamente
Si ha recibido un ataque muy fuerte, retírese a un lugar solo, tome aire profundamente y exhale en repetidas ocasiones hasta tranquilizarse. Así neutralizará la alteración en sus nervios y evitará que el veneno lo afecte emocionalmente.

3. Evite caer en su juego
Sígale el juego al reactivo, logrará menos picaduras al nadar al mismo ritmo de las medusas que si comienza a golpear desaforadamente el agua intentando hacerlas alejar.
Acepte responsabilidades y rodéelo con amabilidad, pero manténgase cortés aunque distante. Recuerde que a la primera oportunidad el tóxico va a intentar someterle o victimizarle.

4. Vacúnese con humor
Evite ser intoxicado neutralizando las hirientes palabras del tóxico con imágenes mentales que lo ridiculicen, sin que él lo perciba o piense en argumentos de humor que le diviertan mientras es atacado. El humor en este caso es un verdadero inmunizador.

5. Póngalos en su sitio
Al igual que las medusas venenosas el reactivo tóxico es en realidad muy frágil y su odio no es otra cosa que una forma de proteger su inseguridad.
Por ello hay ocasiones en que una respuesta drástica y decisiva es la mejor opción, claro está, sin dejarse llevar al conflicto y mucho menos a la violencia física.
Como todas las personas reactivas, el reactivo tóxico oculta en el fondo un dolor o una frustración muy fuerte, y toda la amargura que este dolor ha acumulado en su vida, gusta compartirlo en forma generosa con las posibles víctimas que estén a su alcance.

Sin embargo, no se trata de compartir para sanar sino de compartir para multiplicar.
Algo así como “ si yo soy infeliz, todos deben ser infelices”. De hecho no se deje confundir, si bien son personas que necesitan ayuda, también se destaca en algunas ocasiones su agudo sentido de la maldad.
Parejas, jefes o amigos, los reactivos tóxicos lejos de aportar, restan. Usted sentirá junto a ellos su espíritu contaminado, su paz interior violentada y su futuro entristecido.

"Las personas pueden olvidar lo que les dijiste, las personas pueden olvidar lo que les hiciste, pero nunca olvidarán cómo los hiciste sentir".
 

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